Autor: Dr. Ángel Romero
-Con ésta, son siete las veces que he venido y créanme, sé por dónde llegarle al Milagroso Señor de Chalma… Sé cuál es su lado flaco…
La cabeza adornada con guirnaldas de flores –pequeñas, pero de muchos colores–, identifican a los peregrinos, los turistas curiosos no participan de la penitencia. La marcha a pleno rayo del sol es fatigosa. Las piernas cada vez más hinchadas, los cuerpos cada vez más sudados y la boca… cada vez más seca. La expectación del Milagro justifica todas las penas… Si no es este año, ya será el próximo…
-Gracias por el taco, comadrita, ya tenía mucha hambre… un traguito, para acompañarlo, no me caería mal… Cuando se agotan todos los recursos, siempre nos queda la opción de pedir un Milagro… Vivimos de milagro, de milagro venimos, si llegamos a Chalma y podemos bailar, será un milagro… Como dice mi compadre Ausencio: El que pide poco, merece poco…
Todos pedimos algo, todos necesitamos algo… La mayoría pide recuperar la salud… Ese bienestar imperceptible, que solamente se nota cuando no se tiene, que sólo se extraña cuando se ha perdido, que se invoca cuando no nos quiere escuchar… Que se aleja y es cada vez más inalcanzable… Peregrinar de enfermos de la cabeza a los pies: de las enfermedades del azúcar y de la sal…, de las del frío y las del calor…, las del hambre y las del hartazgo…, las del agua y las de la sed, las de los pobres y las de los ricos… Las de la estupidez y las de la inteligencia…, las de la timidez y las de la soberbia… Enfermedades del odio y de la envidia…, de la sombra y las del alma…, del día y las de la noche…, las que nos provoca el sol y las que nos contagia la luna…, los males del recuerdo y los del olvido. Enfermedades que no respetan edades… Pobres humanos, todos somos –o seremos– víctimas de algún exceso o de alguna carencia… o de ambas cosas…
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