ARTICULO

Queridos amigos:

Autor: Dr. Ángel Romero Cárdenas

Me despido de ustedes. Allá, donde tengo que ir, estaré muy ocupado. No estoy seguro de poder regresar. La enfermedad que ustedes saben padezco, me ha ido desgastando, se ha bebido mi salud y mis recursos. Poco a poco me irá comiendo y terminará por devastarme. No hay curación posible. Me ocupo en pensar que, para algunas religiones, el propio sufrimiento debe sublimarse. Para otras, el sufrimiento innecesario puede y debe ser evitado. No es que tenga miedo al dolor, que en alguna forma podrá paliarse. Tengo mucho respeto por mí y no quiero ni necesito verme desvalido, debilitado, abandonado, totalmente dependiente, deteriorado, solo, dando lástima. Sé que siempre habrá alguien que cuidará de mí, el cielo ya guarda un espacio para su alma. Trabajé toda mi vida, mientras estuve sano, para pagar mis tratamientos cuando las enfermedades llegaran y, ya llegaron. Por fortuna, ya se inventaron los Cuidados Paliativos, que aun sin ese nombre, ya existían, pero no son para todos los enfermos, desvalidos y desahuciados… ¿Quién puede pagarlos? ¿Quién puede financiarlos? ¿Quién puede administrarlos? Cuestan mucho. No se puede entender la vida sin la muerte. Cuando se es muy joven la muerte es, casi siempre, la de otros. Fieles a nuestra vocación y entrenamiento, hacemos lo imposible para que nadie se muera. Más que creernos enemigos de la muerte, sería mejor sentirnos amigos de la vida…, de una Buena Vida… Del espacio-tiempo… siempre breve, que nos quede de vida. Cuando va pasando el tiempo, cuando hemos sentido dolor físico y espiritual, con la vivencia de haber cruzado el umbral de algún evento potencialmente letal, de alguna enfermedad, catalogada como incurable o terminal; cuando lo hemos deglutido, asimilado y superado, entonces podemos entender a los demás. Al otro o a la otra. Los hijos –usualmente– no entendemos a nuestros padres, ellos van al menos una generación por delante… Nuestros hijos, no nos entienden a nosotros. Les resultamos incomprensibles. Los viejos siempre son muy necios y tercos… Para ellos, nosotros somos viejos. Ya creceremos todos.

Te invitamos a continuar con la lectura en la página 13 d Motu Cordis

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