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Estabilidad cardiovascular en el paciente renal durante la hemodiálisis

Autora: Dra. Claudia Lerma González

Los riñones tienen muchas funciones importantes en nuestro cuerpo incluyendo la eliminación del exceso de agua y toxinas de nuestra sangre, a través de la formación de orina. La disminución en la capacidad de filtrar la sangre en los riñones se conoce como enfermedad renal crónica. En la etapa más avanzada de la enfermedad, la acumulación de agua y toxinas aumentan la presión de la sangre en las arterias de los pacientes (hipertensión arterial) y pueden causar alteraciones en el funcionamiento del corazón, cerebro y muchos órganos y sistemas, incluso ocasionar la muerte.

Afortunadamente, existen métodos para reemplazar la función renal, como la hemodiálisis, que consiste en conectar la circulación sanguínea del paciente a una máquina que permite extraer de la sangre el exceso de agua y toxinas mediante un filtro (figura 1, panel A). En la hemodiálisis se requieren de 3 a 4 horas para eliminar entre 2 y 4 litros de agua del cuerpo del paciente. Esto significa un cambio importante de la presión arterial en éste, que al principio la puede tener muy elevada (por el exceso de volumen de agua en sus arterias) y conforme se va extrayendo dicho líquido, se reduce el exceso de volumen y, por lo tanto, se disminuye la presión.

El corazón y los vasos sanguíneos del paciente deben ajustarse finamente a los cambios del volumen para que en todo momento haya la presión adecuada hacia todos los órganos del cuerpo (figura 1, panel B). El cerebro ajusta de manera automática la respuesta del corazón y los vasos sanguíneos, a través del sistema nervioso autónomo, que acelera el corazón y reduce el diámetro de los vasos sanguíneos (por medio del sistema nervioso simpático), y desacelera el corazón (a través del sistema nervioso parasimpático) (figura 1, panel C). Cuando estos ajustes automáticos no son adecuados, la presión arterial puede disminuir bruscamente, lo que se conoce como hipotensión y esto produce síntomas como mareos, calambres y vómito, hasta la pérdida de la conciencia (síncope), arritmias cardiacas y muerte súbita.

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