Autor: Carlos Tena Tamayo
Al joven médico se le veía impaciente en la fila para checar su tarjeta al fin de su jornada laboral, en el hospital general del pueblo. Le urgía irse porque había recibido un beeper de que ya tenía pacientes en su consultorio particular. Era el único cardiólogo en la región.
– ¿Quién es el enfermo? – Mi niña dotorcito. Respondió la madre que junto con su esposo acompañaban a su hija.
– ¿Cómo te llamas? Preguntó el médico a la pequeña, quien se mostraba pálida y mantenía agachada su cara con la mirada fija en el suelo.
– Rosa. Respondió alzando ligeramente su cabeza.
– ¿Cuántos años tienes? – Catorce. – Te ves más chica, eres come años –Bromeó el médico – ¿En qué año vas?
– Ya no voy a la escuela, llegué hasta cuarto. – Dijo con timidez, pronunciando las palabras con esfuerzo y lentitud.
– ¿Por qué dejaste de ir? – Porque me siento mal. – ¿Qué es lo que sientes Rosita? – Con poquito que ande me viene el ansia y me dan vahídos. Cuando me acuesto siento mucho desasosiego –Explicó con dificultad.
– ¿Desde cuándo te pasa eso? – Ya tiene tiempo –intervino la mamá-, pero desde la Navidad se ha puesto más malita.
– ¿Ha tenido alguna otra enfermedad? – Sí, se enferma muy seguido de las anginas y a veces le da rete harta calentura y le duelen sus coyunturas.
– Después de explorarla, el especialista no pudo disimular la preocupación por su paciente. Se dirigió a sus papás y les dijo:
– La niña está enferma del corazón, hay que hacerle unos estudios para operarla.
– ¿Costará mucho? Estamos muy jodidos, no tenemos dinero –aseguró el papá.
El médico pensó que lo mejor sería derivar a la enferma al hospital público. Así que preguntó: – ¿Tienen Seguro Social? – Uy no dotorcito. Sólo tengo unas gallinitas ponedoras y vivimos de los huevitos que vendemos, pero pos no nos da pa mucho. Tengo cinco de prole.
Rosita tomó la mano del doctor y le rogó entre lágrimas: – ¿Verdá que me va a curar para poder regresar a la escuela? Ayúdeme dotorcito.
– Claro que te ayudaré Rosita, ya verás que todo saldrá bien -respondió el doctor, con la intención de tranquilizar a la pequeña.
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