Autor: Dr. Jorge Gaspar Hernández
El 11 de marzo de 2020 la Covid-19 fue declarada pandemia. Por ende, no es de sorprender que varios lectores de estas líneas ya padecieron la enfermedad, y todos sabemos ahora de alguna persona cercana que resultó positiva a la misma. Todos conocemos los estragos médicos que causa, incluyendo las 2 millones de muertes registradas en el mundo al inicio de este año y la afectación a los sistemas de salud. Todos hemos resentido las consecuencias sociales, laborales y económicas que ha provocado. Por estas razones, la mayoría tenemos puesta nuestra esperanza en la producción de una vacuna que nos proteja contra el virus SARS-CoV-2.
Es admirable que a un año de haber surgido esta pandemia, los investigadores han logrado producir vacunas para combatir al virus causante. Nuestra gratitud a los investigadores y técnicos de diferentes centros que hicieron posible esta hazaña.
La llegada de la vacuna, que debería venir como la calma tras la tormenta, se ha visto acompañada de sus problemas. La causa principal es la desinformación que empieza a generar dudas y confusión, e inquietud y enojo. En parte se ha debido a que algunos gobernantes no escuchan a los científicos. También, a que los oportunistas aprovechan la problemática surgida para emprender acciones simulando interés por la población, con la propagación de información engañosa cuando en realidad lo hacen impulsados por su ambición de ganar popularidad y obtener beneficio económico o político. Así es como se afectó la realidad de lo grave de la pandemia, de la utilidad de las medidas preventivas y de las opciones de tratamiento.
La actitud que promueve estos trastornos es perversa porque la desinformación provoca desconcierto e incita reacciones que inquietan más a la población. Como ejemplo, no obstante la saturación de hospitales para atender a las víctimas de la pandemia, las manifestaciones contra las medidas de protección continúan: en Madrid acaba de ocurrir apenas el 23 de enero de 2021, dos días después con mayor conflagración en Ámsterdam, y el 27 de enero en Trípoli con numerosos heridos y un muerto. Ahora, con la vacuna, se han generado descontento mundial y protestas por su distribución desigual con ventaja para los países más ricos, y la preferencia para aplicarse a ciertos sectores de una misma población.
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