Autor: Dr. Jorge Gaspar Hernández
Director General del INC
Quizás entre quienes leen estas líneas, habrá quien piense que me refiero a la autora de El tiempo entre costuras, la cautivante novela que narra las vicisitudes de una joven española durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero no. Me refiero a otra María Dueñas. Me refiero a una jovencita, también española, de la que me enteré cuando, durante el encierro por la pandemia, empecé a navegar en YouTube (gracias, Chen, Hurley, Karim). Esta María Dueñas es violinista.
Aun cuando mi instrumento preferido es el piano, el violín ha estado conmigo desde mi infancia porque mi hermano mayor estudió violín con Natalia Gudkov, de la Julliard School of Music. Además de oír a mi hermano practicar su violín, mi padre ponía repetidas veces dos discos de David Oistrakh. Uno, de los conciertos para violín de J. S. Bach, y el otro del concierto para violín de Beethoven. Después, a lo largo del tiempo he desarrollado predilección especial por los violinistas Fritz Kreisler, cuya vitalidad expresiva la equiparo con la de Arthur Rubinstein entre los pianistas; por Arthur Grumiaux, cuya entonación y pureza de sonido es el equivalente a Pierre Fournier entre los cellistas; por Leonid Kogan, otro gran músico ucraniano con las cualidades de tantos pianistas de esa región soviética –ahora país– que en otro escrito he mencionado; y por Wolfgang Schneiderhan, quien me maravilló al escucharlo cuando vino a México siendo yo estudiante de Medicina.
Te invitamos a continuar con la lectura en la página 6 de Motu Cordis