Autor: Dr. Ángel Romero Cárdenas
La mejor forma de desanimar a alguien que quiere investigar algo, es decirle que no se le ocurre nada original.
Hay dos formas de estudiar, aprender e investigar las cosas: una muy sencilla y otra muy divertida. La sencilla es buscar todo lo que se sepa de un tema, del que sea. Ahora es muy fácil navegar en “Internet”. Los buscadores son tan potentes que antes de que tenga posibilidad de darme cuenta, ya aparecieron cientos o miles de referencias del tópico. Lo que sigue, es organizarlas, hacer resúmenes, sentarme a ver qué se me ocurre y luego hacer algo.
La forma divertida consiste en: plantearme el mismo problema, pero antes de buscar nada, hacerme todas las preguntas que se me ocurran y darme todas las respuestas posibles. Anotarlas, hacer mis propios resúmenes, sacar mis propias conclusiones y encontrar mis propias respuestas. Desde luego: ampliar mis dudas. “Dudo, luego pienso, pienso, luego existo. Dudo, luego existo”.
Con los pies sobre la tierra. Sin petulancia, según mi forma de entender, uno mismo puede ir descubriendo todo. No importa si todo el mundo lo sabe, no importa si ya ha sido inventado y descubierto una infinidad de veces. Mientras yo no lo haya pensado, encontrado, descubierto, analizado, asimilado o inventado, para mí no existía.
La semejanza fundamental entre estos dos procedimientos es que: me voy a encontrar con que hay cosas que todo mundo sabe; como decía mi maestro de Química mica de la prepa: “Hasta los perros lo saben”. En algunas cosas que hallé, la explicación de otros cerebros no es la misma que la mía. Finalmente me encontraré con que: hay cosas, temas y puntos de vista que a mí se me ocurrieron, que nadie había considerado o bien, que tenemos una interpretación distinta para el mismo suceso.
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