Autor: Dr. Ángel Romero
Este microscopio tiene la capacidad de leer y desentrañar los secretos más profundos de un cabello, sólo necesitas deslizarlo entre la platina y sus lentes. Reproduce imágenes en al menos cinco dimensiones o más: largo, ancho, espesor, con movimiento en tiempo real y con el sonido que te rodea. También es posible proyectar en una pantalla o en el espacio libre, imágenes holográficas y sonidos que rebasan las posibilidades del ojo y el oído humano. Como si la música de lo que estás viendo te envolviera. Como si fuera un espejo, capaz de reproducir en su superficie, en forma interminable, todas las imágenes que en él se hayan reflejado. Puede ir descifrando los secretos que guarda un cabello, lacio, ondulado o rizado, teñido o de su color nativo, desde el folículo hasta la orzuela, de la raíz a la punta y viceversa. Puede dilucidar todos los sucesos del momento, en que la poseedora o poseedor del cabello lo tenía puesto, adherido, insertado en su cabeza y en su cuero cabelludo. Cada segmento del cabello representa, para siempre, la síntesis de todo lo que pasaba en el organismo humano, en ese momento presente. Todo, quiere decir todo: percepciones sensoriales, visuales, olfatorias, auditivas, gustativas, metabolismo, ingresos y egresos, intoxicaciones, dietas caprichosas, alergias, salud y enfermedad, dolor, placer, ansiedad, angustia, miedo, terror, pensamientos, alegrías y tristezas, amor, desamor y toda la amplia gama de sentimientos y emociones humanas. Todo cuanto sucede deja una impresión, una huella, un rastro, un indicio en el cabello, en el segmento que en ese tiempo y en ese espacio, le sucedieron a su poseedora. No hay forma de engañarlo, hasta los tintes artificiales serán parte de su historial, de su reseña. Queramos o no, todo quedará impreso en ese y en cada uno de los cabellos que vayan creciendo en esa mata de pelo. Las historias que nos contará dependerán de su longitud, la profundidad y trascendencia del suceso, no puede ser modificada ni alterada. Todo lo que suceda dejará una huella imborrable, inmutable y eterna. La verdadera historia quedará inscrita… para siempre
El pasado queda tatuado en cada segmento. Logramos visualizarlo una vez procesado por una compleja red neuronal, desde luego, imitación del cerebro humano. Las infinitas interconexiones de esta red, más la imaginación y el pensamiento, toman al pasado y lo conducen al presente. Podemos mirar hacia atrás, tal vez reencontrarnos con nosotros mismos, sin justificarnos ni arrepentirnos, sin culpas ni vergüenza… sin castigos. Sin convertirnos en una estatua de sal, como Edith, la esposa de Lot; o de piedra como Isabel Moncada, a las puertas de Ixtepec, en octubre de 1927.
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