Discurso del Director General
Sr. Secretario de Salud, Dr. Jorge Alcocer Varela,
Distinguidos Invitados de Honor,
Personal del Instituto Nacional de
Cardiología Ignacio Chávez,
Señoras y señores.
A tres años de concluir el siglo XIX, en Zirándaro, Michoacán, un pueblito de apenas 750 habitantes, nació Ignacio Chávez Sánchez. Reflexiono que él personalizó la antípoda de un dicho popular, al demostrar que el que no nació para maceta para pronto sale del corredor: médico por la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, fue su rector a los 23 años de edad; a los 27 fundó en el Pabellón 21 del Hospital General de México el primer Servicio de Cardiología en nuestro país, mismo que perfeccionó con sus estudios de cardiología en Francia. Como si eso fuera poco, en plena congoja e incertidumbre internacional que sembraba la Segunda Guerra Mundial, ideó y creó el Instituto Nacional de Cardiología, que se inauguró el 18 de abril de 1944. Hoy, 80 años después, estamos reunidos para conmemorar y celebrar esta memorable efeméride.
Conmemoramos porque el INC fue el primer centro en el mundo proyectado para la investigación, terapéutica y formación de especialistas en enfermedades cardiovasculares. Celebramos porque a poco de inaugurado, el INC se ganó el corazón de los mexicanos por la atención moderna y humanitaria que les brindaba, y porque desde su primera década, el INC le dio resplandor a la medicina mexicana con su producción científica original y formación de excelentes cardiólogos que se esparcieron en la república y en cuatro continentes.
También importante es recordar que, en su devenir, el INC ha pasado por tiempos espinosos. Entre éstos, los más apremiantes fueron la disensión a inicio de los 70; luego la devastadora crisis económica de los 80, que además coincidió con la explosiva expansión de la tecnología médica cuyo precio la hacía casi prohibitiva; y al inicio de esta década, la catástrofe de la pandemia. Por fortuna, el INC ha sabido zanjar con denuedo estos trances difíciles.
Te invitamos a continuar con la lectura en la página 8 de Motu Cordis