ARTICULO

Las cosas son de quien las usa Historias contadas por MPG

Autor: Dr. Ángel Buenaventura Romero Cárdenas

– Así es mi Doki: las cosas son de quien las usa. En el buen sentido de la palabra, no utilizamos a las personas, animales o cosas… sobre todo, a las personas. Pero cuando convivimos con alguien y compartimos los más puros sentimientos, realmente somos la una del otro y viceversa. Yo misma he tratado de poner en práctica esa enseñanza tan depurada.

– Ahora siento que he caído muy bajo, ya me dedico a la pornografía.

– ¿Cómo que a la pornografía? Usted es una mujer culta, inteligente y muy brillante.

– Sí mi Doki, pero la necesidad –no la ociosidad–, es la madre de todos los vicios… Antes me dedicaba a hacer traducciones del inglés al español y viceversa, pero ya se terminó el trabajo. Ahora me dedico a traducir esos pasquines que se venden en los puestos de periódicos… Para mí, eso, es pornografía. Primero es comer, que ser cristiana. Ahora, he tenido que trabajar en la casa de una señora muy rica como: ama de llaves, como gerente de mantenimiento, como ayudante universal multiformato. Ella confía en mí y yo, soy una mujer honesta. Cuido su casa, sus pertenencias y también la cuido a ella. Como yo me alimento sanamente, estoy muy delgadita; así que diseño su dieta, le escojo la alimentación más completa, nutritiva y balanceada, la tengo completamente alejada del estreñimiento o de la diarrea. Cuando está en casa soy: su dama de compañía, su escucha incondicional, su consejera espiritual, su buena y su mala conciencia. La escucho con atención y no tomo partido, analizo el problema, desmenuzo el asunto y opino en forma completamente imparcial. Aunque no lo crea mi Doki, tengo que peinarla y maquillarla, seleccionarle sus vestidos, sus atuendos, joyas y perfumes; mejor no la dejo sola porque no tiene tan buenos gustos. La observo minuciosamente y –le voy a contar mi secreto– veo con qué atuendos emana armonía y, ya…, así lucirá muy bien, donde quiera que se presente. Algunas veces la acompaño a sus reuniones. Eso me ha servido para conocer el ambiente en que convive, la gente que la rodea y como se mueve entre ellos. Me gusta presumirla. Ya usted sabe que yo, aunque estoy flaca y un poco huesuda, tengo buena percha: me sé vestir…

Te invitamos a seguir leyendo en la página 19 de Motu Cordis.

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