Autores: Mario Flavio Fuentes Iniestra
y Ma. Carmen Olivares Roldán
Sin saber absolutamente nada del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez (INC) y después de una serie de entrevistas –al menos cuatro– en la Subdirección de Investigación a cargo del doctor Emilio Kabela González, el 1
de abril de 1987, inicié mi trabajo en el Departamento de Bibliohemeroteca (dicha palabra no existe, en realidad debería decir Biblioteca, fue una moda que imperó en la década de los 60 del siglo XX).
Lo primero que supe del doctor De Micheli fue la instrucción que recibí del Subdirector de Enseñanza y editor de la revista Archivos del Instituto de Cardiología de México, el doctor Ignacio Chávez Rivera: “el doctor De Micheli es el único usuario de la Biblioteca autorizado para acceder al Cuartito donde se encuentra la colección de libros de historia que eran de mi papá, deberá permanecer cerrado con llave, yo llevaré y enviaré más libros”.
El doctor De Micheli acudía a la Biblioteca una, dos o más veces al día, consultaba TODO lo nuevo que llegaba; sacaba las revistas nuevas de sus envoltorios de papel o plástico que recién habían llegado, con frecuencia, las revistas ya estaban listas y ordenadas alfabéticamente para ser incluidas en el Kardex, eso no representaba ningún obstáculo para que él las tomara, revisara y desordenara, su avidez por conocer no tenía límites.
Los lunes buscaba el periódico Excélsior, lo hojeaba todo y leía de inicio a fin la sección Deportiva, le interesaba saber los resultados, tabla de posiciones y próximos juegos de su equipo favorito de la Liga Italiana, el Club Nápoles, del cual era su fiel seguidor.
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