Dra. Areli Mariana Zúñiga Guzmán, Dra. Sandra Ivonne Pacheco
Ruíz, Dra. Lourdes Gómez Sousa, Dr. Alejandro Rendón Molina,
Dr. Alejandro Rosas Balan
El 25 de noviembre se ha establecido como el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer y a raíz de esto surge el presente artículo con la finalidad de concientizar e informar a todos aquellos que participan en la atención a la salud de la mujer. La frase “yo sí te creo” es, sin duda, el emblema de unidad internacional que representa a la evolución de los movimientos feministas de hoy en día, misma que ha cobrado mayor importancia por ser el parteaguas entre la pasada tendencia a archivar denuncias por abusos y violaciones sexuales -a falta de pruebas contundentes-, y la sensibilización actual hacia la víctima de estos delitos. No obstante, si bien últimamente se ha puesto especial énfasis en la prevención y sanción de este tipo de agresiones, gracias a todas las voces que se han animado a hablar y al apoyo que éstas han recibido por parte de una creciente hermandad colectiva, principalmente de mujeres; aún hay muchas bocas cerradas que tienen miedo y vergüenza a denunciar, demostrando que no sólo hace falta una concientización social sobre lo aberrante y perjudicial que es una transgresión sexual, sino también una concientización personal sobre las implicaciones y afectaciones de quedarse callados.
En este tenor, si se hace más hincapié en el género femenino al tocar estos temas tan delicados, es porque los datos probatorios procedentes de diversas partes del mundo comprueban que esa violencia está generalizada y que, en efecto, son las mujeres y las niñas quienes sobrellevan la carga más abrumadora de esos abusos por parte de un esposo/compañero y de violencia sexual cometida por cualquier tipo de agresor.
Los estudios también constatan que esa violencia contra las mujeres tiene consecuencias físicas, mentales, sexuales y reproductivas, tales como embarazos no deseados, abortos, infecciones de transmisión sexual (incluida la infección por el VIH), mortalidad materna, trastorno por estrés postraumático, depresión, suicidio, entre otras. Cuando se evalúan las repercusiones acumulativas sobre la morbilidad y la mortalidad, la presión sobre la salud asociada a la violencia contra las mujeres es, frecuentemente, mayor que la de las prioridades de salud pública reconocidas con mayor frecuencia.
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