Autora: Lic. Martha Alicia Lira de Gaspar
En el contexto del Día Internacional del Voluntario(a), el próximo 5 de diciembre, decretado por la Organización de las Naciones Unidas desde el año 1985, quiero compartir mis vivencias de lo que ha representado ser voluntaria en el Instituto Nacional de Cardiología.
A más de un año de presidir el voluntariado y ante una cálida recepción por las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado, personal de diferentes áreas y quienes serían mis compañeras, “fue una grata sorpresa” que me sobrecogió y me hizo sentir en casa; en ese momento, un gran reto con altas expectativas. Pero como en toda labor humana, el trabajo en equipo es lo que hace posible alcanzar objetivos. Nuestro grupo ha crecido y ha aumentado el número de benefactores, al igual que el entusiasmo y dedicación, alimentados con compromiso, conocimiento, experiencia y con los cimientos en los que descansa la misión original del Instituto Nacional de Cardiología y sus valores.
Nos hemos enfrentado a dificultades, pausas y pérdidas. Uno de los retos más grandes fue despedir a las hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado, nuestras mentoras. Su ausencia nos hizo sentir desoladas, sin embargo, nos mostraron el camino y dejaron sólidas bases que hemos podido seguir para continuar su legado.
En el panorama actual estamos en pausa, una pausa forzada por un enemigo que nos ha puesto a prueba, mandando a la mayoría de las voluntarias a casa. Desde fuera, en el día a día, nuestra labor ha virado, preparándonos para servir mejor a los pacientes y en profesionalizar el voluntariado. En días pasados, nuestra amiga y compañera Juanita Torres del grupo de pastoral falleció. Su cariño y compromiso por esta labor fue tan grande que pidió a sus familiares que la sepultaran con su uniforme de voluntaria. Juanita fue muestra del amor y entrega incondicional de lo que realizamos. Nos ha hecho entender que lo más valioso que podemos hacer es dar.
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