Autor: L.A. José Luis Hernández Tlapala
Coloquialmente hablando “poner el corazón” significa “echarle ganas” a lo que estamos haciendo, esforzarnos por hacer bien lo que nos ocupa. Al corazón se le han asignado a través de los tiempos cualidades como el amor, que bien podrían corresponder a otro órgano vital de nuestro ser: el cerebro. Del amor se desprenden la generosidad, la entrega, el servicio.
Este pensamiento no es exclusivo de nuestra cultura, sino que se ha manifestado a lo largo de la historia de humanidad.
Por lo que toca a nuestro país, el corazón ha tenido una gran importancia desde las culturas ancestrales, como son la olmeca, la tolteca y la teotihuacana. Para conocer un poco más sobre la importancia que se ha dado a este órgano vital en nuestra cultura podemos partir de su significado en la lengua náhuatl: “la raíz de yóllotl es la misma que la del verbo yoli que significa ‘vivir’”, como lo señala Miguel León-Portilla (quizás el más destacado historiador mexicano y “principal experto en el pensamiento y la cultura náhuatl”, como lo define el Colegio Nacional), en su ensayo “Significados del corazón en el México prehispánico”
Tan sólo partiendo de esta base, se comprende el sentido de “poner el corazón”.
Mas aún, si consideramos tres conceptos identificados por Alfredo López Austin, doctor en Historia por la UNAM, tonalli, ihíyotl y teyolía, a las que define como las tres entidades anímicas o centro energéticos primarios relacionados íntimamente con el cerebro, el hígado y el corazón, respectivamente.
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