Autores: Dr. Luis Eduardo del Moral, médico general y Dra. Emma Rodríguez Maldonado, investigadora en Ciencias Médicas Laboratorio de Medicina Traslacional, Unidad de Investigación UNAM-INC
La comunicación entre el cerebro y el corazón se realiza de manera normal a través del sistema nervioso o mediante hormonas y mensajeros bioquímicos que son transportados por el sistema circulatorio. Cada latido afecta la función cerebral, a través del flujo sanguíneo y el cerebro, a su vez, modula la función cardiaca. De este modo, si uno de estos órganos sufre daño o presenta enfermedad, el otro también puede verse afectado. Por ejemplo, la hipertensión arterial sistémica puede producir disfunción cardiaca, lo que favorece la isquemia y, por lo tanto, disminuye el aporte de oxígeno al cerebro, lo que implica un mayor riesgo de muerte.
La enfermedad de Alzheimer (EA), conocida comúnmente como un tipo de demencia, fue descubierta en 1906 por el doctor Alois Alzheimer (1864-1915), sin embargo, la descripción anatómica y patológica fue realizada hasta 1963, por Robert Terry y Michael Kidd. Estos investigadores estudiaron biopsias de cerebros de dos pacientes con EA avanzada y mediante microscopia electrónica reportaron que algunas lesiones cerebrales tenían un conglomerado anormal de proteínas, formado por pequeñas fibrillas entrelazadas dentro de las neuronas, lo que hoy se describe como marañas o nudos neurofibrilares.
La hipótesis amiloide que explica la patogénesis de la EA propone que el depósito de péptido amiloide beta (Aβ) en el parénquima cerebral, específicamente en el hipocampo y la corteza entorrinal, es el causante principal de la formación de las marañas. Actualmente, se sabe que este péptido está conformado por 37-49 aminoácidos y es producto de la fragmentación de su proteína precursora (APP), a través de la activación de una serie de enzimas especializadas llamadas secretasas (figura 1).
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