ARTICULO

El Rey Sol Luis XIV (1638-1715) Su corazón y su diabetes

Autora: PhD. Francoise Guillon-Metz
Sociedad Francesa de Historia de la Medicina

Traducido por Lourdes Bueno Macías

Si el gran rey Luis XIV es conocido por su absolutismo, su amor por las guerras, por las mujeres, y por sus innegables construcciones, su vida médica entusiasma poco a los historiadores. ¡Qué desafortunado! El Diario de la Salud, escrito retrospectivamente a finales de 1711, nos revela las pequeñas y grandes enfermedades de este personaje. Sus cirugías, aunque no graves, una fístula naso-sinusial en 1685, cuando Luis tenía 48 años, y una fístula anal en 1686 (las que se debían cauterizar varias veces), ocupan pocas páginas en este libro. Era normal para la época, los cirujanos seguían siendo trabajadores manuales, no intelectuales como los médicos.

Pero ¿y la diabetes? A la edad de la muerte de Luis XIV, 77 años (mayor edad de la que era usual en ese siglo), su diabetes de tipo 2 no había sido diagnosticada, ni se sabían los factores de predisposición como la edad, a no ser por la evidencia de sus complicaciones, la gangrena que aparece en torno a sus 50 años.

Su sobrepeso y el exceso abdominal, si no el índice de masa corporal aumentado, son claramente visibles en los retratos de pie de Luis XIV, a pesar de estar erguido en majestad, y que fueron pintados por Hiacinthe Rigaud (1659-1743). Además, la Princesa Palatine (1652-1722) señala en sus cartas la evolución de su enfermedad, haciendo evidente la aparición de la hipertensión arterial a la edad de 40 años, con las clásicas migrañas.

Más inofensivos, pero muy molestos, fueron los múltiples cuadros infecciosos que comprendieron forúnculos, dos ocasiones operado por Ántrax, y la necesidad de cauterizar varias ocasiones sus fístulas naso-sinusiales y anales, agravadas por los tratamientos ineficaces.

Su estado dental era, también, deficiente, evocando una paradontopatía diabética, la sexta complicación severa que va a ser un verdadero hándicap para el paciente real a lo largo de su vida. Aún de joven, ya le habían extirpado varios dientes, pues padeció siempre de abscesos dentales. Además, la fístula naso-sinusal, con un goteo nasal recurrente, minaron su representación pública. A lo que hay que agregar que siendo Luis XIV un gourmet por excelencia, amaba la comida y los vinos, especialmente la champaña Dom Perignon (1638-1715) de la que siempre fue real admirador, terminó su vida sin dientes ni prótesis para ayudarse. Aunque como regalo a la cocina francesa está uno de los platos favoritos de Luis XIV: la Liebre a la Royal, platillo que aún hoy podemos disfrutar tan tierno como resulta.

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