Autor: Dr. Jorge A. Ramírez H.
Profesor titular del posgrado en Humanidades en Salud, UNAM
México ha sido motivo e inspiración de crónicas, novelas y descripciones de notables visitantes. Escritores como André Bretón, Antonín Arteaud, D.H. Lawrence, Pablo Neruda, Malcolm Lowry, Jack Kerouac y otros dejaron sus vivencias en palabras. En imágenes, destaca Sergei Eisenstein con su documental: “¡Que viva México!”.
Son más escasos los testimonios documentados de los científicos.
En su libro Soy un matemático, Norbert Wiener, profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), escribió un capítulo notable: “México, 1944″.1 Para explicar su alta calidad literaria hay que conocer su biografía; su padre lo formó como humanista y luego grandes instituciones universitarias (Tufts, Harvard, Cambridge, Gotinga), como matemático y científico.2
El texto, en realidad es producto de varias visitas a nuestro país, en intercambio institucional del autor, al recién fundado Instituto Nacional de Cardiología, y de Arturo Rosenblueth, al MIT; revela tanto de nuestro país, como del científico que observa y expresa pensamientos y emociones: minucioso, describe con sorpresa, tanto el brillo del aire del desierto, el color vibrante de la nueva vegetación (jacarandas, bugambilias), el tinte azul y rosa de la pintura en las paredes de las casas, es decir, los estímulos ante sus ojos; pero también las sensaciones corporales íntimas, el punzante aire del desierto, el gradual agrado por el picante en la comida, el interés por aprender más de la lengua española, así como la gran laxitud y la “anemia funcional”, a causa de la falta inicial del número adecuado de glóbulos rojos, para la altura de la Ciudad de México.
Te invitamos a continuar con la lectura en la página 16 de Motu Cordis