Autoras: Dra. Isamar Meza Paredes y Mtra. Monserrat Puntunet Bates
Unidad de Calidad
Viajemos en la historia… Hospital General de Viena, Departamento de Obstetricia, 1847. Un revolucionario médico húngaro llamado Ignaz P. Semmelweis propone, ante las miradas y juicios de todos los médicos de la época, una medida que, de acuerdo con él, salvaría muchas vidas. Semmelweis observó que las mujeres puérperas que fueron atendidas por obstetras parecían tener una mortalidad elevada respecto a aquellas que eran atendidas por parteras y señaló a los doctores como los causantes, puesto que, realizaban autopsias e inmediatamente después atendían un parto o a un recién nacido, aún conservando restos cadavéricos en sus manos, provocando en ellos la entrada de materia orgánica suficiente como para desencadenar una infección y por consiguiente la fiebre puerperal.
Este médico propuso lavarse las manos con una solución de hipoclorito cálcico, naciendo así la primera evidencia científica a favor de la higiene de manos en 1861 (Padrón, 2015).
A pesar de que esta medida logró disminuir considerablemente la mortalidad desde 30 hasta 3% en las puérperas, la comunidad médica no fue capaz de aceptar la idea, tirándolo de loco, provocando su despido y una profunda depresión. Sus ideas sólo fueron aceptadas años después de su muerte, ocurrida en 1865 (Naranjo et al., 2020) y hoy en día, Semmelweis es conocido como “El salvador de las madres”.
El pasado 5 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Higiene de Manos. Tras haber pasado más de 160 años, la idea del lavado de manos es reconocida mundialmente como la medida más eficaz, efectiva y eficiente para combatir las infecciones (OPS, 2021).
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