Autoras: Dra. Ana Luisa Vega Jasso
Médico General de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM
Alumna de la Maestría en Ciencias de la Salud de la Escuela Superior de Medicina, IPN
Dra. Malinalli Brianza Padilla
Dra. en Biología Experimental de la UAM Iztapalapa
Investigadora en Ciencias Médicas, Departamento de Inmunología, INC
Dra. Ana Luisa Vega Jasso y Dra. Malinalli Brianza Padilla
A pesar de que las creencias populares señalan al sueño como algo poco prioritario en nuestra vida diaria, en realidad sucede todo lo contrario; el sueño es un proceso biológico imprescindible que permite mantener la salud física y mental. Cuando dormimos estamos en un estado de inconsciencia fácil de revertir, sin respuesta a estímulos sensoriales y sin movimientos corporales (1).
El sueño es un proceso complejo formado de estados y fases organizados de forma cíclica y consecutiva, que recibe el nombre de “arquitectura del sueño”. Se compone de dos estados: el sueño con movimientos oculares rápidos (MOR) y el sueño sin movimientos oculares rápidos (no MOR) que como su nombre lo indica, la principal diferencia radica en que durante el primero hay presencia de movimiento de los ojos, mientras que en el segundo no la hay. Independiente a ello, el sueño MOR es enigmático porque los sueños se presentan en este estado, además, la actividad cerebral es muy parecida a cuando estamos despiertos, razón por la cual también recibe el nombre de sueño paradójico (2).
Durante estos dos estados de sueño existen cambios en todos los sistemas del cuerpo con el objetivo de mantener al organismo en equilibrio, por ejemplo, durante el sueño MOR se generan variaciones abruptas de la frecuencia cardiaca y la presión arterial que se restablecen cuando ésta disminuye hasta en 20% durante el sueño no MOR, estos mecanismos se pueden regular gracias a la interacción de componentes cerebrales, hormonales y metabólicos (3).
Te invitamos a continuar con la lectura en la página 8 de Motu Cordis
