Autor: Dr. Sergio Trevethan Cravioto
Subdirector de la Coordinación de Enseñanza
Por los años del ejercicio ininterrumpido de mi profesión, que en este 2023 sumaron ya los 57, y por mi larga estancia en el terreno de la enseñanza, he visto ya desfilar 49 generaciones de residentes y miles de alumnos de pregrado; por ello, me atrevo a transmitir a ustedes algunos consejos, que espero les sean de utilidad en esta nueva transición que ahora tienen.
Pasan ustedes del aula al hospital, al encuentro con el hombre enfermo, desnudo de su cuerpo y desnudo de su alma, con sus miserias y sus dolencias, y sin maquillaje alguno, el hombre que ha perdido lo más valioso que porta el ser humano, la salud. Es el hombre al que intentarán servir en un futuro cercano con el entrenamiento que hoy vienen a adquirir en nuestra casa. La obligación moral que esto implica requiere de profunda reflexión y me obliga a preguntarles, ¿están ustedes dispuestos a sacrificar su tiempo, sus goces, sus diversiones personales y aun hasta sus familias?, ¿están dispuestos a ver cómo compañeros contemporáneos de ustedes, de otras carreras, avanzan en lo económico?, mientras que ustedes permanecerán por largo tiempo, sino es que de por vida, en posición mediana, aun cuando digna, porque la profesión de un médico con ética así lo demanda: horas de trabajo y estudio cotidiano que no acaban nunca y una recompensa económica no muy cuantiosa.
Aún guardo en mi memoria con grato recuerdo, las palabras del mi maestro el doctor Ignacio Chávez: “Aquel que llegue a la Facultad buscando en los estudios el secreto para hacer dinero, que no llame a sus puertas: La medicina no da, ni debe dar riquezas. Quien viniera atraído por el señuelo engañador, que cambie el rumbo. La medicina da solo un modo decoroso de ganarse la vida, unas veces modesta, otras holgadamente, pero a nadie hace rico, como no sea a los pícaros”. Si en su reflexión hay dubitación, sino no están seguros de tener el temple para embarcarse en esta empresa, este es el momento para retirarse todavía, antes de que ocurra la frustración o se caiga en la mala práctica: no se pongan una bata que no puedan honrar y defender con dignidad honesta.
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