Autor: Dr. Jorge Gaspar Hernández
Director General del INC
Mi hermana Sara es, como decíamos antes, “vaciada”. La tercera de cinco, nos trata como si fuera adusta institutriz. Cuando por travesura le decimos algo, calmada y con calculada indiferencia responde “Come frutas y verduras” o “La familia pequeña vive mejor”, o cualquier otro efugio escueto para disuadir. En una ocasión, cuando comentó algo que no parecía venir al caso, al preguntarle “¿Y eso qué?”, su contestación dogmática fue “Todo es cultura”.
En esta sección, y como “todo es cultura”, escribo sobre el auto Volkswagen sedán tipo 1, al que en México se alude como “vocho” y en los demás países como “escarabajo” en el idioma correspondiente.
Desde luego, no soy el primero que con cariño escribe sobre este simpático automóvil y mucho menos seré el último que lo haga. A decir verdad, me he tardado en hacerlo.
Mi primer encuentro consciente con un vochito fue allá por 1961 cuando un exalumno y amigo de mi papá fue a Puebla a presumirle su auto nuevo, “Este es más chiquito que el suyo je-je” (mi padre tenía un Hillman). La peculiar forma redondeada de ese auto me agradó y lo recuerdo diminuto, comparado con los autos americanos que cual lanchones dominaban la escena citadina de entonces.
Un esbozo de historia. A mediados de los 30, Hitler encargó a Ferdinand Porsche el diseño de un automóvil accesible y práctico para la clase media, de ahí Volkswagen, automóvil del pueblo. La fábrica se construyó en Stadt des Kdf-Wagens (hoy Wolfsburg, Alemania) y su producción comercial empezó en 1938, pero se detuvo al poco de iniciada la Segunda Guerra Mundial para dedicarla a fabricar vehículos militares (lo cierto es que se hizo alguno que otro sedán para la élite nazi).
Te invitamos a continuar con la lectura en la página 6 de Motu Cordis