La alopecia es la pérdida de densidad capilar. Es un problema médico muy frecuente, ya que afecta a más del 50% de hombres y a un 30% de las mujeres a lo largo de su vida. Se trata de una enfermedad que puede afectar en gran medida la calidad de vida de los pacientes que la sufren, por lo que no debe ser considerada como una patología meramente estética, y debe recibir la misma importancia médica que otro tipo de enfermedades.
La pérdida de densidad suele comenzar en las entradas y coronillas en los hombres, y en la zona de la raya del pelo en las mujeres. Algunas formas menos frecuentes de alopecia pueden provocar picazón o incluso dolor en el cuero cabelludo.
El tratamiento varía en función del tipo de alopecia. Por ello es fundamental recibir un adecuado diagnóstico médico antes de comenzar un tratamiento. Se puede recurrir a tratamientos médicos hasta trasplante capilar.
Existen más de 100 tipos diferentes de alopecia. La causa más frecuente de alopecia es hormonal, la alopecia androgenética (calvicie común, que afecta tanto a hombres como a mujeres).
Sin embargo, otras muchas causas pueden influir sobre la pérdida capilar: la dieta, el estrés físico o emocional (efluvio telógeno), la anemia, enfermedades inmunológicas (alopecia areata), alteraciones del tiroides, medicamentos, incluso enfermedades internas. Por ello, es fundamental realizar un adecuado diagnóstico médico del tipo de alopecia para poder seleccionar el tratamiento idóneo para cada paciente.
Habitualmente el diagnóstico es directo a simple vista o mediante un microscopio llamado tricoscopio. Suele ser de utilidad realizar un análisis de sangre completo. En otros casos, podría ser necesaria la realización de una biopsia cutánea.
Hasta el momento no existe ningún tratamiento médico efectivo para prevenir la alopecia. Por ello, la medida más útil para mejorar el pronóstico capilar es realizar un adecuado diagnóstico y tratamiento.