Autor: Ricardo Noverón Chávez
Abogado. Responsable de la Oficina de Relaciones Laborales
El Derecho, como fenómeno social, es muy peculiar, porque a pesar de no corresponder a ningún objeto tangible del mundo del ser, sin duda, no por ello podemos negar su existencia como tampoco sus efectos en la vida de las personas. En razón en la aplicación del Derecho, un individuo pierde sus bienes o recupera su fortuna, otro puede perder la libertad y ser condenado a reparar el daño que haya causado y todo ello bajo el efecto de una sentencia, que en última instancia no es más que un vehículo, el del lenguaje. La resolución que emiten los juzgadores tiene el alcance de expresar lo que el Derecho dice, ya sea para restablecer un estado de equilibrio de quienes ante ellos acuden, o cuando esto no es posible, para la imposición de las medidas resarcitorias que resulten pertinentes.
El Derecho tiene tanta relevancia en la sociedad, que produce afectos aun antes del nacimiento de las personas y aun después de su muerte. En el primer caso, tratándose de los nasciturus, seres concebidos no nacidos, quienes pueden ser susceptibles de recibir herencias a condición de que nazcan viables y, en el segundo caso, para cumplir la voluntad del de cujus a través de su testamento.
El Derecho en ocasiones resuelve problemas, en otras dispone cómo actuar antes del nacimiento de una persona o después de su deceso, también establece un estado de cosas como son las consecuencias de contraer matrimonio o las obligaciones que surgen con tener hijos, etcétera; en otras también es el instrumento para dar vida a entes que no existen en la realidad, pero que bajo una ficción enteramente normativa se les dota de vida para la consecución de determinados fines específicos.
Como puede observarse, el Derecho sirve para fines prácticos, es un instrumento propio y exclusivo de los seres humanos, cuyo origen, si bien, la niebla de los tiempos ha borrado, no obstante, ha demostrado ser tan exitoso hasta nuestros días, que ninguna sociedad moderna puede conservarse ni continuar con su sano desarrollo al margen de aquél, por lo tanto, en el fondo queda de manifiesto que el Derecho persigue fines valiosos.
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