El sonido y la música siempre han estado ligados al ser humano y por tanto unidos a las emociones. Nuestros primeros antepasados empleaban los sonidos y la música como herramienta de supervivencia y de comunicación.
Una de las razones más simples y cotidianas que justifican la compañía de la música en nuestras vidas, es que nos ayuda a liberar tensiones, emocionarnos, relajarnos y evocar recuerdos.
Este apego a la música tiene sus raíces en nuestro pasado remoto. Hace más de 30.000 años, el hombre utilizaba flautas de hueso e instrumentos de percusión como medio de comunicación y expresión emocional.
¿Cómo afecta el tipo de música a nuestras emociones?
- Música estimulante: la compondrían géneros como el pop, rock, salsa, reggaetón, rap, tecno, etc. Aumenta la energía corporal activando los músculos estriados, encargados de la movilización del cuerpo, y estimula el área subcortical del cerebro, provocando emociones intensas, respuestas viscerales e instintivas, aumentando el nivel de vigilia, atención y excitación.
- El rock: acelera nuestro ritmo cardiovascular y nos hace sentir seguros, por lo que es perfecto cuando necesitamos una inyección de adrenalina, y los ritmos latinos dan a nuestro cuerpo una mezcla de dopamina y adrenalina que genera “buena onda”.
- Música sedante: en ella estarían incluidos géneros como la música clásica, chill out, lounge, bossa nova, jazz, soul, etc. Provoca sedación física, intelectual y contemplativa.
- La música romántica: tiene la capacidad de hacer que nuestro cerebro segregue oxitocina, la hormona del amor, por lo que nos hace estar más sensible a los sentimientos como el enamoramiento o el dolor, y el jazz y el blues agudizan los sentidos, y generan una sensación de liberación.
Cuando una melodía nos gusta se activan en el cerebro los mismos centros de placer. Al percibir ondas sonoras, experimentamos emociones que provocan en el cerebro la secreción de dopamina, un neurotransmisor considerado el responsable de las sensaciones placenteras y la sensación de relajación.