Autora: Erika Fajardo Flores
Elisa era una chica llena de vida, tenía mucha energía para poder realizar todas sus actividades sin ningún problema. Ella estudiaba en la mañana, pero tuvo necesidad de comenzar a trabajar y como vivía cerca de su trabajo y además era coqueta siempre usaba tacones y diario caminaba el equivalente a 2.7 km. Ella no tenía ningún problema para dormir, podía hacerlo hasta por 12 horas seguidas.
Pasó el tiempo y comenzó a trabajar también por las mañanas, hasta que empezaron a cambiar las cosas y la vida para ella. Un día no se pudo levantar, se sentía extremadamente cansada, como pudo lo hizo, se bañó y salió rumbo a su trabajo. En el camino encontró a un pasante de enfermería que realizaba sus prácticas y tomaba la presión arterial, le preguntó si sentía bien, ella contestó que no y al tomarle la presión arterial la encontró baja, lo que fue corroborado por un doctor.
Después de esa experiencia su vida no volvió a ser igual. Había temporadas en las que se quedaba dormida durante sus actividades, por lo que requirió de medicamentos para mantenerse despierta; en otras ocasiones el cansancio era extremo, lo que le impedía hacer su vida normal. Aparecieron alteraciones del sueño. Le diagnosticaron disautonomía, le dijeron que tenía predominio del simpático y muy poco tono vagal.
Pasaron algunos años con un ritmo de vida bastante intenso. Un día, mientras disfrutaba de sus vacaciones, al despertarse tenía un intenso dolor del lado izquierdo del cuerpo que no la dejaba levantarse, cuando se metió a bañar no podía levantar la pierna y el brazo por el dolor que sentía en todo su cuerpo. Se le diagnosticó fibromialgia. Se convirtió en una muñeca rota, aprendió a vivir con el dolor, el cansancio, los mareos ocasionales, los problemas gastrointestinales, etc. Sin embargo, a pesar de todas estas molestias que siente, siempre mantuvo una buena actitud. Actualmente sigue trabajando con el mejor ánimo y cuando le preguntan: ¿cómo estás? Ella siempre responde: “estoy bien”.
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