Autor: Dr. Ángel Romero Cárdenas
Tenemos una Constitución que garantiza los derechos de los seres humanos… los niños también son seres humanos. Para conmemorar a la Constitución tenemos una avenida que se llama de los Constituyentes, corre de Oriente a Poniente y viceversa, por cierto, está dividida por un estrecho camellón de un metro de ancho. Frente al No. 1001, este camellón tiene una gruesa muralla de metal, un obstáculo con marco muy ancho y muy resistente. Cada rectángulo de esta valla está dividido en nueve segmentos cubiertos con malla ciclónica. Está hecha a prueba de choques, está diseñada para que nadie pueda brincarla, ocupa el centro del camellón y deja solo unos estrechos pasillos –de 30 o 40 centímetros de ancho– a cada lado.
Esperanza es una niña que todavía no cumple los tres años y que, con un equilibrio sorprendente consume su vida en el Poniente de este camellón, uno de los lados, estrechos, reducidos, pero vitales para ella. Va y viene, viene y va por su caminito… y no se baja al arroyo. Los automóviles pasan con diferentes velocidades. Algunas veces, cuando hace más calor, el embotellamiento los hace detenerse por varios minutos, pero tan pronto como pueden, los conductores ponen a prueba sus potentes motores para volar de cero a cien kilómetros por hora, en sólo 10 segundos.
Te invitamos a leer más en la nueva Edición de Motu Cordis, páginas 20 y 21.