Autor: Dr. Enrique López Mora
A través de su historia, la humanidad se ha organizado de distintas formas desde el punto de vista socioeconómico, tanto en el ámbito gubernamental como en la distribución del trabajo y los servicios. De hecho, toda actividad humana que involucre a dos personas o más requiere de un acuerdo global y de la presencia de una figura que se encargue de coordinar los esfuerzos de la colectividad, con la finalidad de lograr objetivos comunes que beneficien al grupo humano en su conjunto. A esta persona se le denomina líder, quien debe ser capaz de tomar decisiones acertadas para un grupo, equipo, organización, institución, empresa o país. En condiciones ideales, el líder debe contar con legitimidad, es decir, debe haber sido reconocido por el grupo para ejercer la autoridad o haber accedido a ella a través de mecanismos socialmente acordados y reglamentados, y apegándose a principios de lealtad y honradez. En ese sentido, los líderes pueden denominarse formales cuando son elegidos por la organización e informales cuando surgen de manera natural o espontánea dentro del grupo, ejerciendo influencia en las decisiones globales o en el comportamiento de la sociedad.
Existen diversos tipos de liderazgo y muchas formas de clasificación. Una de las más comúnmente empleadas es la que se refiere al vínculo entre el líder y las personas a las cuales influencia. En este caso existen líderes democráticos, autoritarios y liberales. El líder democrático se caracteriza por fomentar el debate y la discusión dentro del grupo tomando en cuenta las diversas opiniones, lo que lleva a decisiones a partir de criterios de evaluación explícitos. El líder autoritario, por el contrario, decide por su propia cuenta, sin consultas adecuadas o incluso preguntando únicamente a sus seguidores más cercanos.
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